lunes, 17 de junio de 2013

Maroc 2013-ON ROAD. 5 abr



05/04/2013
                 Hoy tenemos pensado acercarnos en camello hasta el oasis Oubira donde pasaremos la noche, la salida es a las 16:30, mientras tanto para no aburrirnos decidimos hacer una excursión en todoterreno alrededor de Erg Chebbi, quedamos para ello a las nueve. Puntualmente llega nuestro chofer,  comenzamos por una zona con pequeñas dunas donde encontramos a unos chicos jugando con bicicletas, si, sobre la arena, así aprenden a moverse por este terreno tan hábilmente, uno de ellos se acerca a enseñarnos un pequeño zorro del desierto, podría decirse que están en el patio de su colegio. Seguimos hasta una pequeña aldea, Khamlia,  donde viven sudafricanos, algunos de los descendientes de esclavos del  Africa negra subsahariana, los Gnawa o Bámbaras, en una de sus casas se encuentra la sede del grupo musical “Dar Gnaoua” que nos hacen una representación magistral, una melodía que se convertirá en el sonido del desierto, su música es una especie de sofisma, cantan, mueven todo su cuerpo (excepto la cabeza), pudiendo entrar en trance y en contacto con el otro mundo,  realmente es espectacular, a pesar de que todavía es temprano May, Ela y Sergio se animan a bailar, yo me dedico a grabar un video que desafortunadamente perdí (se me rompió el portátil y no lo he podido recuperar), nos reímos un montón. Os dejo una muestra de youtube:  (https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=e-w3uYmv_90#!).












Continuamos el recorrido,  entramos en un río de arena donde el todoterreno se mueve con facilidad. Muy cerca de la frontera con Argelia llegamos a unas antiguas minas de hierro, que aun mantienen alguna actividad, más bien de cara a los turistas, tras pararnos un rato seguimos pasando por las ruinas del poblado minero, recorremos el margen lateral de Erg Chebbi, entre las dunas y Argelia hasta detenernos junto a un pozo con agua fresca, curiosamente a pesar de la sequedad del ambiente el agua se encuentra a muy poca profundidad, atravesamos un  cordón de pequeñas dunas y llegamos al margen oeste del Chebbi por donde bajamos, antes de llegar al hotel atravesamos la carretera para acercarnos a una laguna situada en una extensa hamada, cuyas aguas se nutren de la últimas lluvias, muchas veces se encuentra totalmente desecada.



















De nuevo en el hotel aun nos queda tiempo de hacer alguna foto antes de subir en los camellos, por cierto, son dromedarios (más pequeños, resistentes y con una sola joroba), desde la terraza contemplamos como el tiempo está cambiando, se acerca lo que parece ser una tormenta de arena, vaya fastidio, no sabemos si  saldremos o no, finalmente y con mucho mas viento del deseado nos ponemos en marcha, May encabeza nuestra pequeña caravana, seguida de Sergio, yo y cerrando Ela, nos acompaña también una pareja, dos niños y dos camelleros, vamos tapados todo lo que podemos porque la arena con el fuerte aire es realmente incómoda, tras dos horas de marcha llegamos al oasis, May bastante afectada por el resfriado que lleva y por un tirón muscular, Sergio se queja también del traqueteo del dromedario y jura y perjura que se vuelve andando, parece que Ela y yo lo llevamos mucho mejor, veo a Ela animada incluso para atravesar el mismísimo desierto del Sahara si fuera necesario, quizás en otra ocasión.
















El oasis Oubira se encuentra en la falda de una inmensa duna, “Gran Duna”, 170 m de altura, es una de las más grandes de Erg Chebbi, el oasis cuenta por supuesto con palmeras y haimas donde se pernocta, así como abundante agua. Tras dejar nuestras mochilas en las haimas, nos ponemos en marcha,  las nubes de arena se han retirado y podremos ver el ocaso del sol desde lo alto de la Gran Duna, May y Ela se quedan al principio, Sergio encabeza el ascenso y yo en argot ciclista le sigo chupando rueda y nunca mejor dicho porque el que hace el mayor esfuerzo es él que con sus pisadas marca la escalera que yo sigo. Tras varias paradas y agotados llegamos a la cumbre, las vistas desde lo alto son impresionantes, las dunas que hemos atravesado con los dromedarios parecen desde lo alto solo pequeños montículos de arena. El fortísimo viento en la cumbre nos impide estar más rato del deseado y junto a otro “escalador” que ha llegado a lo alto descendemos rápidamente. Cenamos en una haima-comedor y después el grupo de camelleros nos amenizan la velada con su música, entre bereber y bámbara, y su conversación. A las 00:00 Ela apaga las velas de una imaginaria tarta celebrando su cumpleaños, FELICIDADES. Nos retiramos a nuestros aposentos, no sin antes contemplar el cielo sembrado de estrellas, hacía frío, mucho frío, las mantas apenas calientan lo más mínimo y realmente pasamos una mala noche, para colmo a altas horas aparecen un grupo con sus quads que cargados de fuerza en la voz y alcohol en las venas por poco se cuelan con sus vehículos en las tiendas, jeje, ahora me rio, pero parecía un mal sueño, el último que salió, con el escape libre, parecía que llevaba un avión a reacción…
























1 comentario:

sergio dijo...

Qué bonitas fotos del atardecer en las dunas... aún recuerdo lo que costó llegar hasta la cumbre!!!